- La biometría es inmutable: una filtración puede habilitar suplantaciones prolongadas y difíciles de revertir.
- Los ataques combinan spoofing, deepfakes y troyanos móviles para burlar verificaciones faciales y de huella.
- El marco legal (RGPD y Ley de IA UE) exige proporcionalidad, liveness y controles reforzados.
- Defensa en capas: MFA, detección de vida 3D, análisis de comportamiento y alternativas no intrusivas.
La identificación por rasgos físicos y de comportamiento ha dado un salto enorme en adopción, pero también en exposición: cuando alguien captura tu rostro, tu huella o tu voz, está accediendo a datos biométricos inmutables que no puedes “cambiar” como una contraseña. Ese simple matiz lo cambia todo en términos de privacidad, suplantación y consecuencias legales.
En los últimos años la biometría se ha extendido a bancos, administraciones públicas y dispositivos personales; su comodidad resulta evidente, aunque a menudo olvidamos que su tratamiento exige controles reforzados, análisis de proporcionalidad y medidas por defecto desde el diseño. Vamos a recorrer los riesgos de la suplantación biométrica, los fallos más habituales, los casos reales que han encendido todas las alarmas y las claves para reducir al mínimo el impacto.
Qué es la biometría y por qué suplantarla es tan peligroso
El Reglamento General de Protección de Datos define la biometría como información personal derivada de un tratamiento técnico sobre características físicas, fisiológicas o conductuales que permiten confirmar de forma única la identidad. Traducido al día a día, hablamos de huellas dactilares, patrones de iris, rasgos faciales o voz, entre otros, procesados por sensores y algoritmos para identificar o autenticar a una persona.
La diferencia clave frente a otros identificadores es que estos rasgos no son renovables. Si te roban una contraseña la cambias; si filtran tu huella o tu mapa facial, ese daño puede ser irreversible y de largo recorrido. Además, la biometría se ha automatizado y perfeccionado muy rápido, lo que la hace muy útil… y muy atractiva para el cibercrimen.
El valor de estos datos en el mercado negro es alto: permiten eludir controles, orquestar fraudes financieros y abrir puertas físicas o digitales. De ahí que los sistemas deban robustecerse con detección de vida, límites de intentos, cifrado de plantillas y, sobre todo, con métodos alternativos que actúen como salvaguarda en caso de fallo o indisponibilidad.
Amenazas y técnicas de suplantación biométrica
Una de las primeras amenazas es la pérdida o robo de información biométrica. A diferencia de tarjetas o contraseñas, los rasgos biométricos están íntimamente ligados a tu identidad y no pueden rotar. Si alguien accede sin permiso a esas plantillas, podrá intentar suplantarte para saltarse controles o abrir sesiones, con impacto civil y penal. En el plano corporativo, el acceso indebido a estas bases supone un incidente de seguridad grave y sancionable.
Los ataques de presentación (spoofing) emplean artefactos para engañar al sensor: una máscara hiperrealista, un vídeo en una pantalla, una foto bien iluminada o una huella recreada. Los fabricantes han incorporado prueba de vida (liveness) y límites de intentos que fuerzan pedir PIN o contraseña, lo cual complica los ataques de fuerza bruta. Aun así, conviene recordar ciertas debilidades conocidas: algunos teléfonos han llegado a desbloquearse con el usuario dormido o con los ojos cerrados en determinados modelos, un detalle que exige revisar muy bien qué dispositivos se permiten en un entorno empresarial.
Otra técnica habitual son los ataques de repetición. Se aprovechan de restos físicos para capturar un dato original (por ejemplo, una huella en un vaso o en un pomo de puerta) y luego la digitalizan o reproducen sobre un material como silicona o gelatina. Con una plantilla bien trabajada, un atacante podría intentar desbloquear un dispositivo o un acceso biométrico y operar de forma delictiva.
El sabotaje del sensor también es un vector a vigilar. Si un lector o una cámara son manipulados, el sistema puede quedar indisponible o aceptar entradas fraudulentas. Por eso hay que combinar vigilancia física, monitorización de integridad y detección de intrusiones, con la idea de detener el ataque antes de que escale.
Fallos del sistema biométrico y riesgos operativos
La calidad de la tecnología marca la diferencia: sensores precisos, algoritmos de comparación robustos, cifrado fuerte del almacenamiento, controles de interoperabilidad y datasets bien curados son esenciales. Si fallas en alguno de esos eslabones, tendrás falsas aceptaciones o rechazos, lo que degrada la experiencia y abre la puerta a incidentes. Además, se necesita documentación técnica transparente y registros que permitan auditar el sistema y explicar al usuario cómo se tratan sus datos.
Como cualquier sistema TI, los controles biométricos sufren apagones, caídas de red o fallos de servicios de soporte. El RGPD exige medidas desde el diseño y por defecto (art. 25.1), lo que se traduce en redundancias, continuidad de negocio y planes de contingencia. Todo ello minimiza que un corte eléctrico te deje sin capacidad de identificar a empleados o clientes en momentos críticos.
Un riesgo frecuente es la indisponibilidad del sensor. Si dependes exclusivamente de la biometría y, por ejemplo, el portátil corporativo no tiene lector de huellas, el usuario no podrá autenticarse en remoto. Conviene prever vías alternativas como claves FIDO, tokens, app de autenticación o PIN temporal, de modo que siempre exista un camino de acceso seguro de respaldo.
También hay variaciones naturales en los rasgos: cambios de voz, barba, peinado o pequeñas lesiones que pueden afectar la precisión. No hay intención de engaño, pero sí fricción en la experiencia. Es recomendable calibrar umbrales, ofrecer re-registro controlado y explicar con claridad por qué a veces el sistema pide una validación adicional o un factor alternativo.
Casos reales que encendieron todas las alarmas
WorldCoin impulsó un dispositivo (“Orb”) que escaneaba el iris a cambio de su criptomoneda (WLD) con la promesa de una identidad universal. La propuesta atrajo a millones de personas, sobre todo en países en desarrollo, pero levantó un enorme debate por su opacidad: cómo se almacenaban los datos, con qué medidas concretas, durante cuánto tiempo y con qué fines futuros. El volumen de información biométrica recopilado y las dudas sobre su gestión hicieron que autoridades de varios países reaccionaran. En España, la AEPD ordenó frenar la recogida de datos de esa naturaleza por riesgo elevado, y en lugares como Kenia o India se expresaron preocupaciones similares, solicitando la detención de operaciones.
¿Por qué es tan problemático “vender” biometría? Porque se trata de rasgos únicos e inmutables. Una vez comprometidos, pueden usarse para abrir cuentas, votar de forma fraudulenta, o incluso facilitar intrusiones físicas en áreas restringidas si los atacantes clonan plantillas. Además, existe el riesgo de que esa base de datos termine alimentando perfiles comerciales masivos para segmentación y manipulación de hábitos de consumo sin control suficiente.
Otro episodio relevante fue Clearview AI, que recopiló en secreto miles de millones de rostros de redes sociales y webs públicas, sin consentimiento, y ofreció esa base a entidades privadas y fuerzas del orden. Más allá del choque con la privacidad, esto expone sesgos y riesgos desproporcionados para colectivos vulnerables. La posibilidad de subir una foto y obtener coincidencias al instante intensificó la inquietud sobre el comercio incontrolado de información biométrica y su uso sin garantías claras.
Deepfakes, IA y nuevas oleadas de fraude
La inteligencia artificial ha elevado el listón de los ataques de suplantación. Con unas pocas imágenes públicas se generan rostros sintéticos realistas capaces de confundir a sistemas básicos. Un estudio citaba que apenas un 0,1% de la población detecta deepfakes con precisión, y se han visto herramientas de hacking enfocadas a móviles con jailbreak para presentar vídeos falsos en verificaciones bancarias. Por eso conviene consultar análisis sobre seguridad móvil e IA generativa. Incluso se ha documentado un troyano (GoldPickaxe, atribuido por Group-IB a un grupo chino) que robaba datos de reconocimiento facial en iOS, demostrando que la frontera entre lo posible y lo habitual se estrecha rápidamente.
En paralelo han proliferado troyanos móviles que capturan fotos del rostro, interceptan SMS de verificación y sustraen copias de documentos de identidad. Esa combinación permite montar una identidad sintética que burla verificaciones faciales automatizadas. El resultado práctico es la apertura de cuentas, el vaciado de saldos o el acceso a servicios críticos, apoyándose en deepfakes y automatización para escalar el fraude sin interacción física con la víctima.
Marco legal y normativo que ya está endureciéndose
El RGPD trata los datos biométricos como categoría especial en ciertos supuestos, obligando a bases jurídicas estrictas, evaluaciones de impacto y medidas reforzadas. La AEPD ha publicado guías sobre control de presencia con biometría que instan a analizar la necesidad y proporcionalidad: si el beneficio es meramente comodidad o un ahorro menor, no justifica sacrificar tanta intimidad. Además, es clave ofrecer alternativas menos invasivas y evaluar con rigor los riesgos de suplantación y de seguridad.
La Ley de IA de la UE (adoptada en 2024) clasifica sistemas biométricos por riesgo y exige controles concretos a los de alto riesgo, como la detección de vida certificada y registros de intentos de ataque, además de restringir la identificación biométrica remota en tiempo real en espacios públicos salvo ciertas excepciones de aplicación de la ley. Este marco empuja a fabricantes y proveedores a elevar el listón técnico y de gobernanza.
En el Reino Unido, el Proyecto de Ley de Protección de Datos e Información Digital prevé consentimiento y evaluaciones de impacto específicas para procesar identificadores biométricos avanzados, reforzando la protección de derechos. En Estados Unidos, una propuesta de Ley de Derechos de Privacidad plantea requisitos como plantillas revocables y tasas de aceptación falsa muy bajas para entornos de alta seguridad, aunque todavía se encuentra en revisión. Son señales claras de que el cumplimiento en biometría se estrecha a nivel internacional.
La norma ISO/IEC 30107-3:2024 actualiza las pruebas de detección de ataques de presentación, incluyendo contenido multimedia generado por IA y máscaras de alta velocidad de fotogramas. El objetivo es mantener la detección al ritmo de la creatividad ofensiva, forzando a los sistemas a identificar con fiabilidad intentos de suplantación cada vez más sofisticados.
Europol también ha alertado: los identificadores físicos no se pueden restablecer y, aunque los sistemas sean robustos, existen técnicas para engañarlos (máscaras hiperrealistas, huellas artificiales, deepfakes). Su recomendación es favorecer redes de cooperación entre biometría, ciberseguridad y fuerzas del orden para documentar incidentes, compartir conocimiento y anticipar nuevas tácticas criminales antes de su generalización.
Impacto empresarial y responsabilidades
Cuando una organización almacena o procesa datos biométricos, asume un riesgo de primer orden. Un acceso no autorizado puede desencadenar pérdidas económicas, filtración de secretos, fraude a clientes y reclamaciones. A ello se suman sanciones administrativas, demandas y costes de remediación. Por eso conviene invertir en inteligencia de amenazas, auditorías periódicas y transparencia con los usuarios: explicar qué se recopila, para qué, por cuánto tiempo y con qué medidas de protección concretas.
El daño no es efímero: como el dato biométrico no caduca, los intentos de suplantación pueden prolongarse indefinidamente. Sectores como banca, salud o administraciones públicas están especialmente expuestos. En los mercados ilícitos, estas plantillas se compran y venden para reintentos posteriores, con un efecto bola de nieve. La única estrategia que funciona es la defensa en capas, combinando prevención, detección y respuestas rápidas ante incidentes.
Buenas prácticas para personas y empresas
Antes de compartir tu biometría, verifica que la entidad tenga políticas claras, cifrado de extremo a extremo y almacenamiento seguro. Minimiza los datos, no registres tu rostro o tu huella en servicios de dudosa procedencia y, cuando puedas, usa plataformas oficiales y de confianza.
Activa siempre la autenticación multifactor (MFA): combinar biometría con códigos de un solo uso o una llave física reduce muchísimo el impacto si alguna pieza se ve comprometida. Además, mantén sistemas y apps actualizadas para cerrar vulnerabilidades y revisa con ojo crítico los permisos de las aplicaciones móviles, especialmente cámara, micrófono, almacenamiento y SMS.
Desconfía de apps y webs que pidan datos biométricos sin explicar finalidad, base legal, plazos de conservación y medidas de seguridad. Evita publicar fotos de alta calidad de tu cara que puedan nutrir modelos de suplantación, y instala soluciones de ciberseguridad que bloqueen malware diseñado para capturar imágenes o grabaciones desde el dispositivo.
En el plano corporativo, la detección de vida avanzada (3D, análisis de profundidad, microexpresiones) es hoy una obligación práctica. Añade factores adicionales (MFA), límites de intentos, bloqueo progresivo y revisiones manuales selectivas para casos de riesgo. Acompaña con analítica de comportamiento y modelos de machine learning que cacen patrones sospechosos y deepfakes en tiempo real.
Reduce la exposición a internet de los sistemas biométricos, prioriza despliegues en redes internas, segmenta y aplica principio de mínimo privilegio. Cifra plantillas, registra accesos, aplica hardening y parches con disciplina, y contempla mecanismos de revocación de credenciales asociadas (por ejemplo, invalidar el token que vincula la plantilla a la cuenta) para cortar el abuso en cuanto se detecte.
Realiza evaluaciones de impacto y de proporcionalidad: ¿es imprescindible la biometría para la necesidad concreta o existe un medio menos intrusivo? En contextos como el registro de jornada, la huella dactilar puede implicar un riesgo excesivo de usurpación; hay soluciones que registran la presencia sin tratar categorías especiales, más cómodas y respetuosas. Siempre conviene ofrecer vías alternativas de identificación para quien no pueda o no desee usar la biometría.
Si operas en España y sufres un incidente o tienes dudas, puedes contactar con INCIBE en el 017, por WhatsApp en el 900 116 117 o en Telegram (@INCIBE017). Sus profesionales ayudan a empresas y ciudadanos a resolver conflictos online relacionados con tecnologías y dispositivos, orientando sobre cómo contener, notificar y evitar futuras brechas.
Las cifras subrayan la urgencia: estudios recientes reportan que una parte significativa de usuarios ya ha padecido robo de identidad tras exposición indebida de datos, que muchos equipos que almacenan biometría han sufrido intentos de ataque y que la preocupación por reconocimiento facial y escáneres de iris es alta. En paralelo, la realidad demuestra que los delincuentes pueden falsificar huellas, voces e imágenes con IA y que muy poca gente detecta deepfakes con fiabilidad, lo que obliga a elevar el listón técnico y la cultura de seguridad de toda la organización.
La biometría aporta agilidad y seguridad cuando se despliega con cabeza, pero no es un salvavidas mágico. Lo sensato es integrarla en un enfoque multicapa, con pruebas de vida sólidas, factores adicionales, alternativas no intrusivas y una gobernanza clara del ciclo de vida del dato. Solo así se mitiga el riesgo de suplantación y se protege algo tan delicado como nuestros rasgos físicos y conductuales.